Grandes dimensiones y pequeños detalles: la obra de Andreas Gursky, nacido en Liepzig, en Alemania parece una contradicción de términos.
El fotógrafo alemán es conocido por sus fotos en grandísimo formato que retratan contextos cotidianos donde el amplio respiro de las locaciones se contrarresta con una atención casi maniática al detalle y la repetición.
El formato no es la única cosa grande de las fotografías de Gursky, que cuenta con otra peculiaridad notable: es nada menos que el fotógrafo mejor pagado del mundo.
Rhen II, una de sus fotografías, se ha convertido en absoluto la más costosa de la historia, después de que en el 2011 fue vendida por una cifra poco superior a los tres millones de euros.
La obra, tomada en 1999, es una foto monumental, y no sólo por el precio. El por qué, si tienen un poco de paciencia, lo descubriremos dentro de poco.
Rhen no es la única pieza “record” del fotógrafo de Leipzig, que ha logrado colocar hasta 8 de sus obras entre las 20 más caras de la historia.
Andreas Gursky: de los inicios al punto de inflexión de Salerno
Hijo de fotógrafos, Andreas Gursky nació en Liepzig en 1955 y tuvo claro desde el inicio cual será su camino.
De 1978 a 1981 estudia en la Universidad de las Artes Folkwan, en Essen, para luego proseguir en la Academia de las Bellas Artes de Düsseldorf, hasta 1987.
By Hpschaefer www.reserv-art.de (Own work) [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.
Las influencias de Gursky van de los profesores Hilla y Bernd Becher por los cuales se interesa por la maquinaria y la arquitectura industrial, hasta el fotógrafo de panorama inglés John Davies.
Si bien el ascendente de los Becher en su trabajo haya sido criticado por algunos, el fotógrafo de Leipzig ha él mismo declarado de sentirse muy cercano a todo lo que aprendió de sus maestros.
Él afirma haberse inspirado en ellos para la compilación de su “Enciclopedia de la vida”: una verdadera declaración de intenciones, que vuelve a Andreas Gursky uno de los más importantes fotógrafos contemporáneos en circulación, capaz de retratar algunas características del Hoy bien precisas, entre las cuales están la soledad, el enajenamiento y el consumismo.
Sus primeros trabajos están distantes del uso del gran formato que se ha convertido en su marca estilística con el pasar del tiempo. Más bien, al inicio de su carrera, Andreas fotografiaba panoramas de dimensiones medio-pequeñas.
En 1988 expuso su primera muestra en la Galerie Johen & Schottle, en Colonia, con poco éxito.
El estilo que lo ha vuelto famoso, sin embargo, fue adquirido con la llegada del digital.
Alrededor de la mitad de los años 90s, de hecho, empieza con sus primeros trabajos hechos a gran escala, completados por una serie de detalles agregados o borrados en postproducción.
La fotografía más importante de la evolución artística de Andreas Gursky, como se ha establecido por el mismo artista, es aquella tomada en el puerto de Salerno en 1990.
Con base en sus palabras, la obra representa un punto de inflexión en su carrera, capaz de grabar una dirección bien precisa hacia la estética industrial.
“Era dominado por lo que veía: la complejidad de la imagen, la acumulación de mercancías, las máquinas, los container. No estaba seguro si la foto habría funcionado. Me sentí solo obligado a tomarla. Era pura intuición. Sólo cuando regresé a casa, entendí lo que tenía. Vi inmediatamente ese pattern, esa densidad pictórica, esa estética industrial. Esta imagen se ha convertido para mí en una parte importante, un punto de inflexión.” – Andreas Gursky en una entrevista al Guardian.
Y es precisamente después de Salerno que las fotografías de Gursky se engrandecen hasta alcanzar los límites extremos de la impresión fotográfica.
Durante los años Noventa, el fotógrafo empieza a investigar el mundo externo, retratando estructuras artificiales o lugares de fuerte concentración humana.
De la Bolsa de Tokio hasta el interior de conocidos centros comerciales y logísticos, al fotógrafo de Leipzig no le interesa reproducir la realidad. Él quiere transformarla y transfigurarla, ofreciendo puntos de vista insólitos y unos ángulos impredecibles.
El estilo de Andreas Gursky
El estilo de Andreas Gursky está fuertemente anclado al hoy. En sus obras, caracterizadas por una geometría casi hipnótica, reinan capitalismo, industrialización y consumismo.
Su técnica es a menudo caracterizada por la perspectiva aérea.
Una técnica que hace posible al artista capturar una gran cantidad de detalles únicos, todos dispuestos democráticamente con la misma importancia en el campo visual.
De aquí salen sus “patterns” a menudo repetitivos que, indiferentemente del tipo de sujeto, cuentan en manera diferente el mismo tipo de angustia y enajenamiento del cotidiano, ya se trate de personas, maquinas o paisajes.
Los contextos son a menudo amplios pero reducidos, en lo visual, en su esencialidad, la de la repetición: una bodega llena de mercancías, una oficina, un río, un concierto.
Los sujetos de Andreas Gursky son siempre visiones de conjunto, amplios espacios, vacios o llenos. Sus fotografías están pobladas por un microcosmos de cosas o personas dispuestas en conjuntos geométricos y casi maniáticamente alineados.
Imágenes sí “construidas”, pero donde el uso del foto retoque es propedéutico a un mensaje y a una poética muy precisos.
Su foto más famosa –y también más costosa, como he anticipado al inicio – se inserta perfectamente en esta dimensión.
Lo que retrata Rhein II no es un simple río: es un cuerpo viviente compuesto por una cantidad indefinida de minúsculas partículas en movimiento.
El reflejo del cielo cubierto sobre el agua regala al río un brillo que se transmuta en un increíble juego de colores y luces. La remoción artificial de algunos elementos de trastorno del fondo hace el resto.
Así el río se vuelve un cuerpo hibrido, la cual enigmática monotonía es análoga a la de los paisajes industriales y consumistas de muchos de sus trabajos.
La obra “concebida” durante una carrera del artista a lo largo del Río Rin, es la punta del diamante de una serie de fotos dedicadas al río que atraviesa Alemania.
Un autor contemporáneo
La capacidad de Andreas Gursky de contar a la sociedad moderna ha acercado al artista en varias ocasiones a los frágiles límites del arte contemporáneo.
No es casualidad que algunos críticos lo aproximan a Pollock o Warhol, por poética y estilo, y a Sol Lewitt por la presencia constante de pattern visuales.
Su obra 99 Cent II Diptychon, fue vendida el 7 de febrero del 2007 por más de tres millones de dólares, en el ámbito de una venta de arte contemporáneo.
99 cents es el ejemplo perfecto de cómo Andreas Gursky logra extremar contextos amplios hasta hacerlos un conjunto de muchísimos e imperceptibles particulares, tanto que el observador llega a perder la visión de conjunto.
Sus obras poseen además la capacidad remarcable de “parar el tiempo” y casi descontextualizar los lugares que retratan, vaciándolos de su significado original.
La paradoja es que interiores donde la vida y la actividad humana son normalmente frenéticas, se vuelven asfixiantes, como suspendidos en el tiempo.
Su trabajo Amazon, 2016, es obviamente el ejemplo perfecto de cuanto he dicho.
Lo mismo se puede decir de Tokyo, Stock Exchange, una increíble instantánea que transforma un lugar de intensa actividad humana como la Bolsa en una “escultura de hielo” suspendida en el tiempo.
No es menos su representación de los espacios abiertos. En Les Mées, 2016, el artista crea un “dibujo” hipnótico cuya realidad es realmente difícil de aferrar.
La naturaleza innatural de Gursky
El paisaje es un elemento fundamental de la producción del fotógrafo alemán.
Andreas Gursky concibe los espacios, abiertos o cerrados que sean, como un unicum donde los elementos humanos y los elementos naturales se confunden.
El se divierte “jugando” con nuestro punto de vista, alterando a su gusto sus fondos con técnicas digitales, que vienen a veces depurados de algunos elementos de trastorno (artificiales si se trata de contextos naturales y viceversa).
De este modo, él reacciona exactamente como el hombre capitalista reacciona físicamente con la naturaleza, convirtiéndose en un espejo invertido de la sociedad del nuevo milenio.
A menudo, en sus obras, el fotógrafo transfigura la naturaleza al punto de transformarla en un signo gráfico.
Los paisajes se vuelven geometrías de líneas y puntos que huyen de significantes, perdiendo su significado original.
Un ejemplo perfecto es la fotografía satelitale Ocean IV.
Andreas Gursky, un fotógrafo pintor.
Como ya se mencionó, Andreas Gursky ha sido muchas veces abordado por la pintura contemporánea, haciendo parte de esa tipología de artistas que permite al arte fotográfico introducirse en el arte pictórico.
El uso del color es funcional a la creación de un orden en sentido arbitrario, que ayuda a Gursky a decirnos lo que quiere, utilizando las técnicas digitales para “dibujar” sus panoramas.
Por esto, el parangón con personajes del calibre de Warhol, como hemos visto antes, es cualquier cosa menos imprudente.
Del mismo modo, no lo es con algunos pintores minimalistas y abstractos de los años 90s.
La serie de “dibujos” dedicados a Bangkok, que retratan el contaminadísimo río Chao Phraya, ya sea por la particular perspectiva que por los colores, manda a la abstracción pictórica más que al realismo fotográfico.
El capitalismo según Andreas Gursky
Según Ralph Ruggof, conocido director de la Bienal de Venecia 2019, Andreas Gursky “ha cambiado el vocabulario de la fotografía en muchos modos diferentes”.
El fotógrafo de Leipzig utiliza su técnica única para narrar lo inenarrable.
El mensaje que transmite es como el capitalismo nos ha convertido a todos en “mercancía”. En sus obras no hay ninguna distinción entre hombre, objeto y naturaleza.
Las personas, desde donde las presentes, son minúsculos objetos totalmente despersonalizados. Ellas dan la misma sensación de vacío y sin sentido que un indeterminado depósito de mercancías o de un paisaje portuario.
Y Andreas Gursky interviene en sus sujetos con el arbitrario uso del digital, así como el hombre interviene en el paisaje y en la naturaleza, aplanando y homologando todo lo que encuentra.
Homologación, si, porque la ausencia de profundidad y el aplanamiento es una característica no sólo visual sino también narrativa del trabajo del fotógrafo alemán, que nos quiere contar la metáfora estática de la sociedad actual.
En un mundo donde todos corren, acumulando y produciendo innecesariamente, pero sin andar realmente a ninguna parte, las fotografías del artista cuentan la estasis, la instantánea de un mundo que gira en el vacío, donde el tiempo real se ha detenido.