Bill Brandt todavía hoy es un punto de referencia para quien ama y quiere aprender a fotografiar en blanco y negro.
De hecho, al menos a mi parecer, nadie como Brandt ha sabido jugar tan bien con dos de los elementos fundamentales del blanco y negro: la forma y el contraste.
Sobre todo, obviamente en su periodo “surrealista” sucesivo a la Segunda Guerra Mundial. Periodo en el que deja la fotografía de reportaje para dedicarse a una poética diversa, más íntima y experimental.
Bill Brandt, “Stonehenge under snow”, 1947. Uno de los lugares más fotografiados del mundo y, sin embargo, Brandt saca una foto de verdad única, de una metafísica impresionante.
Ocurre entonces que, al colocar una al lado de otra dos fotos de Brandt, por ejemplo un desnudo en una playa y una foto de mineros, no entiendes cómo pueden haber sido concebidas por el mismo ojo.
Y, en ralidad, definir a Bill Brandt como “solamente un fotógrafo”, no haría justicia a su persona.
Él fue un humanista, un artista, un observador atentísimo de la realidad, un experimentador.
De caracter tímido y reservado, humilde, nunca agresivo o revolucionario, más bien sutil, velado de una inocencia desarmante que de manera espontánea y natural se demostró, ayer como hoy, capaz de atraer la atención a aquelas obviedades absurdas o injustas a las que el ojo humano se acostumbra rápidamente.
Pero también tenía toda la potencia del artista y del experimentador: así si, como yo, amas los días de lluvia y el silencio, y te gusta indagar en el vertiginoso pensamiento humano, más que sus fotos de guerra y denuncia te conmoverán sus obras contemplativas, sus paisajes, sus retratos y desnudos que lo hicieron tan célebre fuera del panorama inglés.
“Forma parte del trabajo del fotógrafo el saber ver más intensamente de lo que la mayor parte de las personas hacen.
El debe tener y mantener en sí algo de la receptividad del niño que mira el mundo por primera vez o del viajero que entra en un país extranjero.”
– Bill Brandt
Bill Brandt, el artista en los inicios
No sabemos mucho sobre la vida de Herman Wilhelm Brandt, mejor conocido como Bill Brandt.
Hombre esquivo y reservado, la información sobre él a menudo es contradictoria, alterada por el mismo artista.
Sabemos que nació de una familia rica en Amburgo en 1904 y que pasó la juventud entre Alemania, Suiza y Austria.
Fue en este último viaje que conoció a la Doctora Eugenie Schwarzwald, la cual lo acercó al mundo de la fotografía y del arte más en general, presentándolo a algunos intelectuales importantes de la época, entre los que recordamos al controvertido poeta Ezra Pound.
Y es precisamente por medio de Pound que Bill Brandt conoció a Man Ray, “punta de lanza” del surrealismo francés, que lo quería en su estudio gráfico en Paris.
Aquí se enfocó, sobre todo, en el retrato fotográfico, pero comenzó también su trabajo en los paisajes y tomó sus primeros desnudos.
Los méritos de sus fotos fueron rápidamente reconocidos, tantos que fueron a menudo publicados en revistas francesas como “Littérature” y “La Révolution Surréaliste”.
La relación con Man Ray y la influencia del ambiente intelectual francés, el interés hacia los artistas del calibre de Magritte y Salvador Dali, fueron todos elementos fundamentales en la formación de la vena surreal que lo acompañará durante cincuenta años de carrera.
Retrato de René Magritte, Bill Brandt, 1966. El retrato data de poco después del periodo francés del fotógrafo, pero demuestra la profunda estima de estos hacia le pintor. En una entrevista Bill afirmó que al presentarse en casa de Magritte lo encontró con una manzana a sus pies como si estuviese preparado para homenajear su célebre autorretrato “el Hijo del Hombre”. Sin embargo, cuando este la notó exclamó con sorpresa – ¿Qué hace esto aquí? – y la pateó.
En 1933, durante su segundo viaje a Londres, Hermann Willhelm decidió mudarse y dar un giro a su vida. A los 29 años renegó de sus raíces alemanas, se rebautizó como “Bill” y por el resto de su vida se considero un verdadero ciudadano inglés.
Las razones que llevaron al fotógrafo a esta decisión probablemente provienen de las propias raíces del autoritarismo en la sociedad y cultura Alemana nacionalista, que mal conciliaba con el ánimo sensible y atento del fotógrafo.
Bill Brandt y las crónicas londinenses
A pesar de su amor por la capital británica, es ahí que Brandt comienza su obra de denuncia a favor de las clases sociales desventajadas, las cuales habían sido golpeadas con mayor violencia por la depresión económica de los años 30 y por el peso del rudo capitalismo industrial.
Las fotos de Brandt nos llevan a Londres y la vida de los londinenses bajo varias formas: edificios, personajes, vistas de la ciudad. Aquí vemos a tres hombres que discuten entre ellos de manera casi sospechosa. Precisamente en ese instante un policía sale de detrás de la esquina y los observa. Estas fotografías de vida, que animan Londres, parecen preceder ya sea el nivel temático como el estilístico, el trabajo que el célebre Fan Ho hizo de su Hong Kong.
En su primer reportaje, publicado en el ‘35 e intitulado “The English at Home” Brandt decide no “tomar prisioneros”: y desencadena cierto reclamo al mostrar fotografías que muestran la pobreza de las clases obreras de la Inglaterra civil aunadas con astucia a las tomas que muestran la absurda opulencia de las clases pudientes.
Dos mujeres de servicio en espera en la mesa de una familia bien. La imagen lleva a preguntarse sobre el sentido de aquella riqueza, tan expuesta en la mesa del comedor y en los uniformes de las mujeres, que no transmite más que un vago sentido de malestar, de infelicidad.
Su trabajo, de cierto momento en adelante, se extiende más allá de la capital, y sus reportajes lo llevan hasta Inglaterra del Norte, frente a la realidad de los desocupados de un pequeño pueblecito minero, perfecto ejemplo de muchas realidades de la isla.
Una pareja “Afortunada” en la que el marido no ha perdido el puesto de trabajo en la minería. La actitud de la mujer permite ver toda la preocupación por el futuro y por su marido.
Su trabajo de “reportero” freelance sufrió, sin embargo, un revés cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.
Londres fue blanco de continuas redadas aereas alemanas y Bill Brandt fue encargado, por parte del Ministerio de la Información Británico, de documentar las condiciones en que vivían los londinenses entre bombardeos, los refugios improvisados y los blackout continuos.
Un refugio antiaereo improvisado en una estación de la metropolitana de Londres. Brandt amaba visitar a menudo estos lugares, que revelan una cara de la humanidad que a menudo se olvida en tiempo de guerra: la de las familias y los niños. Para hacer esto tendrá que afrontar temerariamente las calles de una Londres bajo el fuego de las bombas.
Entre sus trabajos para el Ministerio, estuvo también el servicio en el National Buildings Record: el encargo se trataba de registrar las condiciones de algunos lugares sacros, despiadadamente golpeados por el bombardeo, con el fin de salvarlos en la memoria y para futuras restauraciones.
Bill Brandt de la postguerra en adelante
“Es un don el de poder ver la vida que nos circunda y poderla encontrar increíblemente excitante a su modo. Es un don innato que se revela en todos con diversa intensidad y según el temperamento personal y del ambiente” – Bill Brandt
Terminada la Guerra, la capital es reconstruida, las enormes desigualdades sociales se atenuaron y Bill Brandt se sintió libre para dedicarse a la fotografía de manera más libre, más fiel a su inspiración artística.
Desde entonces retoma su atracción por los desnudos artísticos y los paisaje que ya en gran parte habían caracterizado su periodo francés.
Sus obras adquieren ahora una vena de fuerte carga surreal, antes no tan marcada.
Bill Brandt, “Isle of Skye”, 1947. Los paisajes son oscuros, nostálgicos, silenciosos, góticos. Estas temáticas se verán a menudo en la representación paisajística del fotógrafo dando a estas sus obras una fascinación casi metafísica, más espiritual que terrenal.”
Pero, sobre todo, famosas se volverán sus fotos de desnudo: porque, si bien el desnudo ya era muy usado ne la fotografía, Bill Brandt fue capaz de darle una reinterpretación de gran orignialidad surrealista.
Por ejemplo, descubiertas casi por casualidad las lentes gran angularer, el fotógrafo comienza a distorcer secciones del cuerpo humano a propósito o a sacarlas de contexto y esto para dar a estas una nueva personalidad toda propia.
Las piernas de esta mujer, extendidas hacia el centro de la imagen, son las protagonistas indiscutibles de esta fotografía. Brandt juega con sombras y perspectivas s para crear una sutil ilusión perceptiva que distorciona apenas un poco su longitud.
En otros desnudos, en cambio, Bill Brandt exalta los contextos, sobre todo cuando juegan con las formas del cuerpo, transformándole en objetos escénicos de cuadros fotográficos surreales.
Este cuerpo femenino encurvado sobre sí mismo da la impresión de quererse fundir totalmente con el panorama pedregoso, de quererse mimetizar completamente con el ambiente. Bill Brandt siempre y solo ha adoptado cuerpos femeninos, en cuanto son más armoniosos y dotados de una textura más suave.
Las formas de las piedras y los dedos se entrecruzan y se confunden en un típico juego surrealista de Brandt.
Típico ejemplo de cómo Brandt favorece para sus fotografías el cuerpo femenino, más suave y sinuoso y, por lo tanto, más funcional a su poética.
Qué nos enseña Bill Brandt
Más que nada il valor del fotógrafo, ya sea sutil desde un punto de vista tradicional de la definición como de un segundo punto de vista más sutil.
En primer lugar, de hecho Bill Brandt, como Josef Koudelka y sobre todo como Robert Capa, ha tenido el valor de acercarse a las personas, de correr bajo las bombas, de arriesgar tanto per una foto. Y todo por el amor y el sentido del deber de relatar una historia.
Pero además de esto, Bill Brandt ha tenido un segundo tipo de valor: el de experimentar, de buscar lo nuevo, de llevar a su fotografía más allá de la realidad, en el puro mundo de las formas en blanco y negro.
Y al hacerlo ha demostrado una segunda cualidad que, luego de haber estudiado tantas fotografías, mantengo como casi indispensable para los Grandes Fotógrafos: la obsesión para los detalles, la absoluta búsqueda de la precisión!
Finalmente, desde un punto de vista exquisitamente personal, encuentro que Bill Brandt pued eser una buena fuente de inspiración para todos los que, alguna vez, tienen miedo de lanzarse.
De hecho, Brandt ha sabido abandonar las vías más seguras para arrojarse en alma y cuerpo, a los 29 años (¡que en aquel tiempo era como hoy los 40i!), detrás de una pasión: recorrer las calles de Londres en búsqueda de los testigos perfectos en el desaliento y en los peligros de la guerra; relatar historias impopulares, que generan sensación, sabiendo que estas no lo harían rico o famoso.
Son gestos que se pueden juzgar increíbles o, al menos, notables, según los puntos de vista, pero que deben y pueden inspirarnos para tener el valor de relatar nuestra historia.