Se puede fotografiar de muchas maneras: para algunas personas es solo un hobby, para otras es una pasión, para alguien es una elección de vida… A veces pero, parece casi como si fuera el destino mismo el que elija a los testigos, los “narradores por imágenes”. Y Josef Koudelka ha sido uno de los elegidos.
En el clima de opresión de la Guerra Fría han sucedido miles de historias, muchas de las cuales permanecerán por siempre en el olvido. Algunas de ellas, sin embargo, por suerte, han sido relatadas por hombres valientes.
Entre ellos está Josef Koudelka, que, elegido por el destino, ha relatado al mundo los eventos de la Primavera de Praga, y a través de este relato se ha merecido un lugar entre los grandes fotógrafos de la historia.
Aunque, en los años siguientes, Josef no se limita solo a mostrar la guerra, parece que la guerra y la desolación hayan quedado enraizadas en su ánimo incluso mucho después de esos tristes eventos.
Constituyendo la cifra principal de sus relatos en imágenes.
Sus tomas hasta hoy son tanto crudas como enigmáticas y revuelven en cada uno de nosotros una mezcla de emociones diferentes.
¿Pero quién fue, y quién es ahora, Josef Koudelka?
Descubrámoslo juntos.
- Harris, Melissa/koude (Author)
Josef Koudelka, desde los comienzos al exilio.
Como dije antes, tal vez parece ser la suerte quien elija nuestro destino y Koudelka, en este sentido, es un ejemplo.
Nacido en Boskovice (Checoslovaquia) el 10 de enero de 1938 su juventud fue similar a la de muchos de sus colegas, desarrollando el interés de la fotografía muy precozmente.
Andaba por aquí y por allá tomando fotos a su familia y a los entornos con una vieja fotocámara hasta que, una vez crecido, se dirigió a Praga para estudiar ingeniería aeronáutica.
Llamado, sin embargo, por la pasión por la fotografía, abandonó el trabajo de ingeniero para dedicarse a algunas comisiones encargadas por una revista de teatro.
Cuando volvió de Rumania después de un servicio sobre los nómadas, llegó a Praga solamente dos días antes de la entrada de la Armada Roja en la ciudad, reunida para asentar las manifestaciones que comprometían la estabilidad del régimen comunista.
Fue entonces en aquel agosto de 1968 que Josef fue elegido.
Porque valientemente se puso en primera línea decidido a atestiguar con sus propias fotografías esos momentos.
Las imágenes, dotadas de una cierta violencia visual, fueron luego tomadas por contrabando al exterior del bloqueo de ocupación y pasaron de mano en mano hasta llegar a los grandes de la Agencia Magnum.
Robert Capa y Elliott Erwitt, dos de los miembros más influyentes de la Agencia, acogieron en su corazón esas imágenes y al fotógrafo que las había tomado, y lograron procurarle un pase para Inglaterra donde Koudelka pudo pedir asilo político.
Estamos en 1970, y a distancia de un año Koudelka entrará en la mítica agencia Magnum.
Por los siguientes veinte años permanecerá en exilio fuera de su tierra, reconociéndose como ciudadano sin patria, viajando por Europa y fotografiando obras maestras frías y desoladoras.
Josef Koudelka: los “gitanos”, los “exiliados” y la guerra.
Si bien Josef Koudelka no había madurado todavía el estilo y la fama que hoy lo preceden, ya sus primeros servicios fotográficos, hechos por una revista de teatro, anticipaban los que serían las características más sobresalientes de su pensamiento.
Las primeras fotografías, personajes en máscara principalmente, disfrutan del uso de contrastes fuertes para exasperar la carga dramática del contenido, y revelan el talento todavía inmaduro del fotógrafo.
La fotografía muestra lo que probablemente es la escena de una obra teatral. Es de notar, además del fuerte contraste, la elección del sujeto: una imagen oscura, angustiante, como si pareciera salir de una pesadilla. Muchísimas fotografías pertenecientes a esta línea enfatizan el aspecto ficticio y fantástico del teatro con estas elecciones estilísticas que apelan a lo surreal, a lo onírico.
Estas comisiones lo llevan más allá del palco escénico.
En los años que precedieron la invasión rusa, de hecho, a menudo estuvo ocupado en un vaivén a través de toda Europa para documentar con sus fotografías la cultura nómada, con particular interés dirigido a la localizada en Rumania.
Las tomas, reunidas en el libro “Gypsies” (Gitanos), fueron publicadas como colección en 1975.
Estas imágenes representan al lado más humano de aquella comunidad, fueron tomadas en el momento, sin preparación, y se proponían el ilustrar el trasfondo de su cultura.
El resultado fue una colección de tomas intensas, en que se pueden acoger muchos aspectos del estilo general que opera en Koudelka, como la soledad y una vaga sensación de melancolía, por ejemplo.
Como he dicho, volvió a la patria después del último viaje a Rumania, apenas a tiempo para asistir a la entrada de la armada soviética en la ciudad.
Sus fotografías se cuentan entre las principales testigos de esos días.
Mostró a los ojos del mundo lo que estaba sucediendo, quedando en el anonimato para evitar represalias; así que se volvió famoso con el pseudónimo de “P.P.” (“Prague Photographer”), el fotógrafo anónimo de Praga.
Esta fotografía de Josef Koudelka pasó a la historia por la eficacia y la delicadeza con que logró representar el comienzo de la ocupación. El reloj señala la hora pico, desde la ventana no se distinguen tanques de guerra o banderas, pero la atmósfera surreal dada por la calle desierta permite presagiar la llegada de la tempestad. Es “la hora del juicio”.
Los cañones recorren las vías de la ciudad entre dos hileras de personas que observan amargadas, casi sin observar los vehículos en llamas y el humo que corre en el fondo. ¿Ves el encuadre? ¡Piensa en el fotógrafo y cómo debió exponerse para tomar esta fotografía!
Después de haber recibido la “Robert Capa Gold Medal Award” por su contribución a la fotografía de reportaje, finalmente en 1970 Josef logra llegar a Inglaterra, pero se encontró frente a la desorientación típica de quien se queda sin un hogar que sentir verdaderamente propio.
Desde ahí comenzó su vagabundeo a lo largo y ancho de toda la Europa en búsqueda de nueva inspiración.
Reunirá luego estas nuevas fotografías en el libro “Exiles” (“Exilios”) salido en 1988.
Libro que señala también el comienzo de una nueva fase del estilo de autor, más madura y personal.
Los sujetos ahora son personas inadaptadas, a menudo fuera de lugar, solitarias incluso en medio de la multitud, y sobre los cuales parece caer un peso alienante.
Las situaciones retoman lo cotidiano y no tienen escrúpulos en mostrar el resultado deprimente que para el fotógrafo no es más que la representación de lo vivido.
Calles sucias y ebrios. Llama la atención que algunos de ellos llevan chaqueta y corbata, casi como si en su degradación se aferraran a recuerdos de tiempos más dignos.
Entonces el estilo de Josef Koudelka evoluciona aún más:
En “Chaos” (1999) las fotografías se vuelven comparables a una zambullida en la conciencia atormentada del fotógrafo. Dominan el vacío y la soledad, con fotografías que dan al observador a veces un sentido de amargura y de nostalgia, otras de paz y tranquilidad.
Y tal vez es precisamente este el binomio de emociones que Josef Koudelka pretende transmitirnos en esta obra suya.
Después de haber pasado años fotografiando la historia y los personajes que se mueven en el fondo de ella, el nuevo Koudelka casi se olvida de la presencia humana, que se vuelve cada vez más vaga y evanescente, con panoramas y atisbos que se convierten en los verdaderos amos de la escena.
También estilísticamente las fotografías se vuelven más ponderadas, el trabajo de composición ahora requiere más tiempo y es más estudiado.
Los contrastes se vuelven más suaves mientras que la mirada está indecisa entre perderse a la derecha o a la izquierda, en ambos casos es el sentido de paz y armonía del horizonte el que domina la foto.
Una lección de Josef Koudelka
“Cuando vives por mucho tiempo en un lugar, te vuelves ciego porque no observas nada. Yo viajo para no volverme ciego”. Josef Koudelka
Si bien la edad comienza a dejarse sentir, Josef permanece hoy como uno de los máximos exponentes de la fotografía contemporánea.
No solo en términos de “gran viejo” de la fotografía, memoria de los tiempos heroicos de Cartier-Bresson y Robert Capa, sino en términos siempre actuales: maestro del blanco y negro, portador de gran inquietud, el impacto visual de sus obras continúa teniendo éxito, sobre todo en Europa, donde él ama viajar y detenerse.
Pero no por esto su trabajo se reduce dentro de los límites europeos y además hoy se puede afirmar que su habilidad se ha refinado a tal punto que se ha convertido en capaz de reunir en sus nuevas tomas elementos provenientes de varias formas de estilo de su carrera.
Una imagen de Jerusalén, 2010. Guerra, desolación, pero también melancolía en la que se puede perder, todo en una sola toma.
Teniendo que dar un juicio personal sobre Koudelka, lo que me impresiona más es su valor: ya sea que se trate de entrometerse en el dolor privado de un funeral gitano, o de colocarse de frente a un carro armado ruso lanzado sobre las calles de Praga, Josef Koudelka siempre estuvo listo para hacer lo que fuese necesario para encuadrar “el momento decisivo”.