May 17

Steve McCurry y sus mundos

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Confieso que nunca he sido el más intrépido de los viajeros.

Los viajes me confrontan con mi ansiosa alma de desordenado crónico incapaz de organizar incluso un pic-nic  y obsesionado con la idea de haber olvidado algo en casa, algo fundamental.

Así que no entiendo a esos “locos” como Steve McCurry que, con pocas cosas, quizá una cámara al cuello, atravesarían el océano nadando si fuese necesario.

No los entiendo, pero un poco los envidio cuando el fruto de estas aventuras se transforma en arte, cuando la valentía y el sentido del deber prevalecen sobre la tranquilidad de la vida cotidiana.

Por esto aprecio y envidio a Steve McCurry, por esto y por la increíble capacidad que ha tenido de vivir su arte y vocación.

Iniciemos desde el principio.

Steve McCurry: los inicios y el primer viaje a Afganistán

“La parte más importante de mi trabajo es narrar historias, es por esto que la mayor parte de mis imágenes pone sus raíces en la gente común. Estoy en la búsqueda de ese momento de autenticidad y espontaneidad capaz de contar a una persona”  

 Steve McCurry nació en una pequeña y tranquila ciudad de Pennysilvania en 1950, se graduó en Teatro y comenzó a tomar fotos a la edad de 24 años para el periódico de su Universidad.

Él que a primera vista podía parecer un joven simplemente ecléctico en realidad tenía todas las virtudes necesarias al comienzo de una de las más brillantes carreras en el mundo de la fotografía.

Cuanto más se refinaba la técnica de principiante del joven, más se perfilaban en él el coraje, la determinación, la curiosidad y la sensibilidad.

El punto de inflexión llegó durante un viaje a Pakistán, en la búsqueda de los ángulos de Asia que como veremos más adelante, regresarán continuamente a la atención del fotógrafo.

Durante su viaje, Steve se quedó en un hotel pobre en Chitral, una ciudad fronteriza. Aquí conoció a los vecinos de cuarto, refugiados afganos, con quienes se hizo amigo.

Una noche, delante a un kebab, iniciaron a discutir de la fuga de estos de Afganistán en guerra abierta con Rusia, hablaron de los guerrilleros Mujaheddin, de los helicópteros de asalto soviéticos, de la destrucción de las aldeas y del sufrimiento del pueblo afgano.

El fotógrafo quedó increíblemente impresionado con las historias de aquellas personas que lo habían perdido todo en un conflicto que el mundo parecía haber olvidado (al menos hasta que comenzó la verdadera invasión soviética, poco después).

Decidió recoger lo necesario, aceleró un acuerdo con un grupo de voluntarios que pronto se uniría a la “resistencia” y en un par de días arregló la partida, a pie, hacia las montañas donde se encontraban los campamentos de los Mujaheddin.

Por admisión del propio fotógrafo, el miedo que inicialmente lo asaltó, la posibilidad de no regresar, pronto fueron abandonados cuando llegó a conocer mejor a sus acompañantes.

Estaba sorprendido de cómo esos hombres estaban felices de tener a alguien cerca que pudiera testimoniar su historia, su guerra y la destrucción de su nación.

Después de tres semanas pasadas en el conflicto McCurry abandonó el frente llevando consigo las fotos cosidas al interior de su chaqueta.

1984: Regreso a Afganistán

Su primer verdadero reportaje tuvo un éxito fulgurante que le valió premios (en particular la “Robert Capa Gold Medal for Best Photographic Reporting from Abroad”) y un puesto de fotoperiodista en National Geographic.

Pasaron pocos años y Steve fue llamado a Afganistán, con la designación de fotografiar la realidad en los campamentos de prófugos y de los hospitales de campo hacinados en la frontera con Pakistán.

Durante el resto del conflicto (que durará hasta 1989, diez años en total) McCurry se moverá de un lugar a otro de la nación en llamas, afinando sus fotografías, que se vuelven un brillante reflejo del vacío y la destrucción que marcan a los sobrevivientes.

Porque precisamente a los sobrevivientes, a los fugitivos, a las parías se dirigen las principales atenciones del fotógrafo.  Las miradas y las figuras que impresionan su película nos cuentan no sólo la esencia de los hechos sino también la de los hombres que los viven.

Las imágenes de McCurry se convierten así en un puente en el cual las diferencias de espacio, cultura, vida se desvanecen y en cambio, emergen los sentimientos, las emociones, las actitudes más humanas en absoluto y que, precisamente por esto, nos unen.

Es durante esta larga serie de reportajes en Afganistán que Steve McCurry tendrá la posibilidad de tomar la que permanece indiscutiblemente todavía hoy una de las fotos más bellas y más tocantes de la historia.

“La muchacha afgana. Foto símbolo de una época y obra maestra de McCurry, fue tomada en el interior de una escuela, en un campo de prófugos en el corazón de Afganistán. La muchacha, en la época con 16 años, era ya huérfana. Los padres de Sharbat Gula (así se llama la muchacha) murieron bajo las mismas bombas que destruyeron su aldea.”

Steve dejó a la muchacha sin saber mucho de ella, ni siquiera el nombre, pero la resonancia que tuvo esta fotografía fue tal que a distancia de 17 años un team de National Geographic guiado por el mismo McCurry regresó a buscarla.

Cuando fue encontrada Sharbat no mostró entusiasmo, ni apreció particularmente saber del poder que tuvo la foto a favor de la causa afgana. Permaneció, así lo confesó el mismo fotógrafo, bastante apática y desconfiada, tal es la herencia de la miseria y del sufrimiento.

Steve McCurry y la guerra del golfo, 1990-1991

Terminada la serie de servicios y publicaciones sobre la guerra en Afganistán, y oficialmente admitido en los rangos de la Agencia Magnum, Steve no tuvo mucho tiempo para descansar, porque la suya se había vuelto ya una vocación.

Cuando en 1990 estalló la Primera Guerra del Golfo, después de que Saddam Hussein, líder iraquí, invadió Kuwait, Steve se precipitó sobre el despertar de la Coalición anti-iraquí para vivir en primera línea los escenarios de guerra.

El cuadro que presentó dibujaba una entera región envuelta en llamas negras de los pozos petroleros incendiados por los iraquís en vía de retirada.

El costo de ese infierno fueron principalmente el medio ambiente, los animales y la población local que nuevamente tuvieron de nuevo que huir del conflicto.

Célebre es su foto de un pato que enrolla agua negra y grasa. En la superficie se ve el reflejo de una alta hoguera de llamas proveniente del conducto cercano, probablemente el mismo que está inundando el espejo de agua.

El impacto directo de las fotografías de Steve delinea un perfil post-apocalíptico y reconstruye una realidad que, tristemente, sobrepasa los límites de la imaginación humana.

La paleta de colores se reduce a un negro antracita, frío y quemado, contra la cual se lanzan los destellos de las llamas infernales.

Terminada la Guerra del Golfo nuestro fotógrafo no dejó un segundo de atravesar el mundo y de inmortalizar los conflictos que lo desgarran: Sri Lanka, ex Yugoslavia, Tibet y Filipinas son algunos de los países donde McCurry se sintió obligado a intervenir.

No dejó nunca de visitar de vez en cuando Afganistán que, hoy como ayer, aunque libre del dominio talibán, continua arrastrando las heridas de una larga y agotadora década de destrucción.

“Los ricos son inaccesibles, viven detrás de una reja y no son visibles. Diferente es la situación de los pobres: los puedes fotografíar, puedes hablar con ellos, son accesibles y visibles”

 11 DE SEPTIEMBRE 2001

Recién llegado de un trabajo en China, Steve McCurry, agotado, colapsó en la cama de un hotel en Washington Square, solo para despertarse unas horas más tarde por un estruendo distante y por el insistente timbre del teléfono.

Era su madre que le advertía del ataque terrorista a las torres gemelas.

Desde su balcón vio las torres quemarse, y realizó una de las fotografías más “claras” e icónicas del suceso. No existen trazas del McCurry de los colores brillantes y de las perspectivas intrigantes, sólo un crudo y directo testimonio de aquel día.

El recuerdo de ese evento siempre le pesó mucho, tanto que cambió el laboratorio, porque la ruta anterior lo obligaba a pasar cerca de la Zona Cero: parecía que cuando no buscaba la guerra, la guerra lo buscaba.

Steve McCurry más allá de la guerra: el ultimo rollo

Sería simplista reducir el trabajo de Steve al ámbito de las historias de guerra.

Buena parte de su trabajo gira alrededor de una idea de búsqueda más personal.

A menudo fue a Asia, la que él consideraba la parte más antigua y exótica del mundo, inmersa en un pintoresco e irreductible conflicto con la globalización, en busca de huellas de nuestro pasado.

En el laboratorio de McCurry se cuentan más de 800,000 fotos en película Kodachrome, de la cual el fotógrafo tenía siempre una notable existencia porque, en su opinión, eran las mejores en circulación.

Solo cuando Kodak decidió parar la producción, Steve tuvo que seguir adelante.

Pero no lo hizo en silencio, más bien pidió a Kodak el último rollo, 36 “balas” para rendir homenaje a la película que más que todas resumió su carrera y su idea de la fotografía.

Comenzó así como había siempre hecho, con un paseo en el corazón de New York, la búsqueda de una toma icónica que pudiese capturar la esencia de la ciudad.

Finalmente Steve optó por Robert De Niro, un personaje histórico del cine estadounidense y del panorama neoyorkino.

De New York a la India el pasaje para Steve fue casi automático: cada foto tenía que ser especial.

En India capturó buena parte de sus retratos literalmente fascinado por los rostros pintorescos y por los colores de la tradición tribal.

El último rollo” es sin duda una obra maestra y homenajea, en la fuerza de sus colores, toda la energía de una película que parece haber sido hecha a la medida de un fotógrafo como Steve McCurry.

Steve McCurry hoy

Steve McCurry está todavía hoy activo como uno de los más relevantes fotógrafos de nuestro tiempo y continúa a sorprendernos con fotos que regalan esplendidas síntesis de forma y contenido.

No puedo, cuando veo sus fotografías, no regresar con la mente a las composiciones variopintas y mordaces de Lachapelle y al corazón y a la sensibilidad de Salgado. 

Seguramente McCurry tiene los papeles en regla para seducir e inspirar a cada apasionado de la fotografía, sin embargo, concordarás conmigo en que ponerse un casco y correr al frente de guerra más cercano puede no ser una elección particularmente sabia!

Entonces, qué puede enseñarnos de único una vaca sagrada de la fotografía como él?

  • Algunas veces no cuenta sólo el mensaje sino también el médium: McCurry prefiere que las historias sean contadas por las personas, por sus miradas, por sus expresiones; una historia es bonita por cómo se cuenta.
  • “El mundo es bello porque es variado”, pero se necesita saber atreverse: parecerá banal pero a menudo inconscientemente, nos dejamos asustar por lo desconocido, lo ajeno… Te imaginas si McCurry no se hubiese puesto en marcha con los “guerrilleros” afganos? Bien ahora tú también encuentra a tus “guerrilleros” y lánzate hacia el horizonte! Sin embargo, no olvides el sentido común en casa.
  • Rinde homenaje a tu fotografía: ciertamente, para ti la fotografía podría ser una simple pasión, un pasatiempo y no está escrito en ninguna parte que tomar fotos de mariposas o arcoíris esté equivocado… Sin embargo, como dice Ugo Mulas a su colega fotógrafo Gianni Berengo Gardin “Existe una diferencia sustancial entre una foto bonita y una buena foto- y la llave para el éxito está seguramente en la habilidad de crear lo bueno.

Esperando que esta lectura te haya interesado, intrigado o inspirado me despido querido lector, hasta nuestro próximo artículo!


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